Todos
deberíamos morir aunque sea una vez al año, deberíamos poder cambiar la piel y
respirar distinto. Tendríamos que irnos de viaje y conocer al amor de nuestras
vidas. Deberíamos poder salir de nuestra zona de confort, no auto-exigirnos,
tendríamos que dejar de seguir patrones y pisar fuerte el acelerador,
deberíamos matar nuestras rutinas, vivir un poco al límite.
Una vez al
año deberíamos poder mandar todo a la mierda, y sacarnos las malas energías,
renunciar a nuestros trabajos mediocres, putear, gritar, salir desnudos a la
calle y besar a la persona que venimos queriendo hace tiempo y no nos animamos
a decírselo.
Todos
deberíamos poder hacer lo que queremos sin ser criticados, aunque sea una vez
al año.
Cada vez
estoy más convencida de que nacemos con una libertad absoluta para luego ser
atrapados por una capa de locuras impuestas por una sociedad/cultura, que no es
capaz de esperar a que sepamos quiénes somos y qué queremos.
Nos imponen
estudiar durante un periodo de tiempo obligatorio para que luego entremos a la
adolescencia y terminemos más confundidos que nunca. Nos hacen elegir una
carrera universitaria para intentar conseguir un trabajo decente, pero cuando
salimos a patear la calle para conseguir ese puesto lo tiene un acomodado, y
terminamos trabajando de algo que odiamos para no morir de hambre. La sociedad
nos impone el formato de familia feliz con dos hijos divinos y un marido o
esposa fiel, mientras que cada vez menos personas creen en el matrimonio y el
amor.
Una vez al
año deberíamos mandar a nuestros padres a la mierda por todas esas cosas que
venimos soportando hace años y nos tienen cansados, para luego tener la
posibilidad de abrazarlos y decirles que los amamos igual, solo que esta vida
rutinaria nos tiene un poco cansados y que nosotros también nos levantamos con
el pie izquierdo.
Al menos una
vez deberíamos tener la posibilidad de hacer lo que queremos, sin tener esa
sensación de que el mundo espera más de nosotros, todos necesitamos vivir
nuestras experiencias, TODOS necesitamos chocarnos con las paredes, sangrar un
poco, sanar y volver al campo.
Cuanto más
tiempo reprimamos esas sensaciones que quieren salir, cuanto menos digamos lo
que queremos decir, cuanto menos hagamos lo que queremos hacer, cuantas más
veces hagamos esas cosas por obligación más chiquito y oscuro se va a volver el
corazón.
Hay que vivir
un poco, aunque sea una vez al año.