El peso de los años perdidos saca factura cuando algo que arrasaba con la realidad ya no está, no porque se haya ido, sino porque ha pasado tanto tiempo que comenzaste a olvidarte.
No recordar apropiadamente es como morir por dentro, porque es lo único que nos une al pasado, son esas fotos con movimiento que quedan grabadas, y no poder rememorar un momento es sentirse completamente perdido.
Perderse duele, cuando uno se desorienta de quién es en realidad se encuentra sumergido en un mar de dudas que ni si quiera terminaron de formular las preguntas. No tenes respuestas, te cuesta respirar y no sabes a quién recurrir, porque no podes con tu propia persona.
Cuando debemos decir algo, tenemos que hacerlo en el momento necesario, porque esa brisa que mete dudas, hace que una mañana te despiertes totalmente perdido, buscando el por qué de aquella decisión. Por qué no dije o hice lo correcto, lo que sentía en el pecho, por qué ese miedo me paralizó. Y ya no va a haber vuelta atrás, salvando excepciones.
El punto de partida siempre está, y la negativa también, lo que importa es elegir correctamente. A veces también ayuda el optimismo, y esa corazonada de saber que si aquello es para nosotros, tenemos que saber arriesgarnos. El miedo a veces es un aliado para no salir lastimado, pero a larga o la corta, todo sale a la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario